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El Único Niño Inmortal

Prólogo


Año 1340, un pequeño pueblo de Ucrania...

Tanya, Kate e Irina miraron con miedo y horror como ese pequeño y precioso niño inmortal corría a esconderse detrás de las piernas de su madre en cuanto Los Vulturis y su guardia aparecieron para descubrir quién había destruido el pequeño pueblo en el que se encontraban.

-Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?-preguntó Aro, una frívola sonrisa pintada en su rostro. A su lado, Cayo tenía una mueca de desprecio muy exagerada mientras miraba en dirección a Sasha, la matriarca del clan Denali. Al otro lado de Aro, Marco miraba a Sasha con esa mirada ausente y expresión indiferente que siempre tenía.

-Eso es un niño inmortal, Amo.-contestó Jane quien, como siempre, lideraba a la guardia de Los Vulturis junto a su gemelo, Alec.

-¡Por supuesto que lo es!-gritó Cayo, cuyos ojos tenían un brillo homicida.-¡Has ignorado nuestras leyes, mereces ser castigada! ¡Jane!

La joven dio un paso adelante, lista para ejercer su don sobre la vampiro, ignorando los gritos de las otras tres miembros del clan Denali, las cuales fueron sostenidas por tres miembros de la guardia. Sin embargo, en el último momento, Aro levantó la mano en una orden no dicha para Jane.

-Creo que este es un buen momento para hacer una demostración a aquellos miembros de nuestros testigos que dudan de nuestra decisión con respecto al joven Harrison.

Tanto Marco como Cayo miraron a Aro con duda, pero el vampiro simplemente sonrió con más fuerza y extendió una mano en dirección de su esposa, Sulpicia, la cual suspiró y asintió. Ella dio un paso a un lado y, justo detrás de su cuerpo, apareció un niño. Era el niño más hermoso que cualquiera de los vampiros presentes había visto jamás, incluso más hermoso que el niño rubio lleno de sangre que se escondía detrás de la matriarca de las Denali. Tenía unos suaves rasgos angelicales, con una gran sonrisa, tan frívola como la de Cayo, y unos enormes ojos rojos, tan indiferentes como los de Marco, unos pequeños y brillantes rizos negros como el carbón enmarcaban su hermoso rostro, contrastando enormemente con su piel pálida como el mármol. Estirado en toda su altura no llegaba mucho más arriba de la cintura de Sulpicia, la cual le sonrió con cariño y soltó su mano para que el niño pudiese ir con su esposo, quien mantenía su mano en el aire, esperando que su joven hijo no sanguíneo fuese hasta él.

Cuando el niño llegó a su lado, tomó la mano de su padre y le sonrió, esta vez con verdadera calidez, sonrisa que le fue devuelta con el mismo cariño por su padre. Y los dos, padre e hijo, se volvieron hacia Sasha y Vasili.

-Querida, te presento a mi hijo, Harrison.-dijo Aro, mirando a Sasha, la cual estaba más que desconcertada.

-Y-Yo... n-no ent-tiendo.-murmuró la mujer, de lo más desconcertada.

-Oh, lo sé, querida, lo sé.-dijo Aro, con falsa simpatía.-Verás, para tomar una decisión respecto a los niños inmortales debimos estudiarlos y evaluarlos, por eso convertimos a un puñado de niños y todos demostraron ser una absoluta amenaza para el secreto de nuestra especie.-mientras Aro explicaba, Cayo rodó los ojos y Marco estaba ausente.-Todos menos uno.-Ara miró al niño, Harrison.-El pequeño y precioso Harrison. El más hermoso de todos los niños inmortales, también fue el más inteligente y, por encima de todo, el que tenía más autocontrol de todos ellos. Harrison no solo demostró más autocontrol que los demás niños inmortales, sino que, además, demostró tener más autocontrol incluso que muchos de los miembros de la guardia o de los testigos.-Aro rio, y su risa provocó escalofríos en todas las miembros del clan Denali.-Y es por eso que Harrison fue perdonado cuando destruimos a los niños inmortales. Es decir, ¿cómo matar a un vampiro que tiene mucho más autocontrol que la mitad de nuestra guardia? Oh, pero nuestros testigos, aquí presentes, no creen que dejar al pequeño Harrison con vida fuera una buena decisión. No creen que él tenga tanto autocontrol como afirmamos que tiene. Están convencidos de que solo lo dejamos con vida porque mi esposa y yo nos encariñamos con él. Por eso, ahora que tengo otro niño inmortal con el cual compararlo, voy a demostrarles su error. O, bueno, Harrison lo hará.-Aro miró a Jane.-Jane, querida, ¿podrías buscar a algún humano sobreviviente?

Jane asintió y se alejó, regresó unos minutos después con un hombre humano, algo corpulento, que tenía una pierna rota y sangrante. Nada más oler la sangre Vasili gruño y se lanzó a por el humano, Sasha logró agarrarlo, pero el niño se revolvió en sus brazos de forma muy violenta.

-Jane.

La voz más dulce que ninguno de los presentes había escuchado en toda su vida se hizo oír por encima de los gruñidos del niño rubio y de los lloros y suplicas de la matriarca de las Denali.

-¿Sí, joven amo?-contestó la chica, mirando al hijo de su creador.

Harrison sonrió.

-Acerca al humano, por favor.

Jane asintió y se acercó, colocándose entre Sasha y Vasili y los Vulturis.

En cuanto Vasili sintió al humano y su sangre tan cerca ya no hubo nada que Sasha pudiera hacer, el niño se soltó y se lanzó sobre el humano, mordiendo su cuello y chupando su sangre. Jane iba a atacar al niño, pero Aro negó con la cabeza.

Harrison se soltó de la mano de su padre y empezó a caminar hacia donde el otro niño inmortal estaba devorando al humano. Nada más llegar a su lado, Harrison agarró al niño rubio del pelo y tiró con fuerza, separándolo por completo del humano.

Harrison miró al niño, observando como la sangre caía por su boca y barbilla, perdiéndose entre la ropa que tapaba su cuello, luego dirigió su mirado al cuello del hombre humano, donde se podían ver las perforaciones hechas por los dientes del niño que tenía agarrado y de las cuales chorreaba sangre, Harrison no necesitaba mirar para saber que algunos miembros de la guardia, e incluso algunos testigos, estaban inquietos por el olor a sangre y la vista de esta misma corriendo libremente fuera de las venas del humano.

El niño de pelo negro ya no tenía una sonrisa en la cara, lanzó al chico que tenía agarrado hacia atrás, pues sentía pena por el niño y su madre, ya que sabía que los iban a matar a los dos, ofreciéndoles así una última oportunidad para despedirse, a pesar de saber que su padre no aprobaría esa acción.

Mientras tanto, sus ojos no se apartaron ni una sola vez del hombre, aunque hacía rato que había dejado de mirar la sangre y había empezado a mirar a los ojos del hombre, que estaban entrecerrados por el dolor del veneno con un grito mudo en sus labios. Harrison suspiró, era un buen hombre, un cazador que llevaba días buscando una mujer con la cual casarse y empezar una familia, había salvado muchas veces a los pueblerinos de ataques de osos, era alguien a quien todos amaban, había estado cazando cuando el otro niño atacó la aldea y llegó cuando ya estaban todos muertos, los Vulturis habían aparecido antes de que Vasili pudiera matarlo. Harrison odiaba cuando tenía que matar a gente así, él era alguien misericordioso, a diferencia de su padre, amaba a los humanos y apreciaba sus vidas, sobre todo por su don, el cual le permitía ver el aura de las personas y conocer su pasado y su verdadera naturaleza e intenciones con solo una mirada.

El niño evaluó al hombre, y decidió que era demasiado amable y bondadoso como para pasar por el cambio y verse obligado a matar a otros humanos para sobrevivir. Así que cogió su cabello, de una forma menos ruda de la que había agarrado al niño rubio, y tiró, disculpándose con la mirada. Segundos después todos los presentes vieron como el angelical niño inmortal caminaba hacia la pila de cuerpos quemados y tiraba la cabeza que acababa de arrancarle a ese hombre a al fuego sin ni siquiera inmutarse. Luego volvió y repitió el mismo procedimiento con el cuerpo. Una vez desaparecido el cuerpo del humano, Harrison se giró hacia su padre y le sonrió. Aro lo miraba con orgullo y aprecio. Harrison supo que lo había hecho bien, lo había hecho muy bien.

-Creo que esto demuestra que Harrison, a diferencia de los otros niños inmortales, no es una amenaza para nuestra especie.

Aro dijo eso mirando hacia los testigos, los cuales no podían decir nada, pues algunos de ellos no habrían tenido el autocontrol suficiente para hacer los dos viajes que había hecho el niño. Harrison agarró la mano de su padre cuando él volvió a girarse para ordenarle a Jane que matase tanto a la madre como al niño.

-Las hijas no sabían nada del niño.-susurró Harrison, lo suficientemente alto para que Aro, Marco y Cayo lo oyeran, pero no lo bastante como para que lo hicieran el resto de vampiros.

-Bien, pero aún así las revisaré, no queremos que nadie más descubra la otra razón de peso por la que sigues con vida, pequeño.-contestó Aro, sin quitar la sonrisa de su cara.

Harrison asintió, escuchando los gritos de madre e hijo, y estremeciéndose cuando su miedo y dolor llegaron a él. El pequeño no sabía cuanto tiempo más soportaría esa clase de vida. Solo esperaba que el día en el que decidiese poner fin a todo, su padre no usase a Chelsea para retenerlo en este mundo como había hecho con Marco.

El niño extendió su mano y agarró la de Marco disimuladamente, tratando de darle algo de consuelo al dolor de su existencia, Harrison se relajó cuando sintió a Marco apretar su mano en un mudo agradecimiento.


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