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Gemelos

CAPÍTULO 11


Tom Marvolo Riddle no tenía ni la más mínima idea de cómo había terminado en esa situación.

No, sí que lo sabía.

Todo era culpa de ese precioso ángel endemoniado que tenía sentado en el regazo, mirándolo con ojos de cachorro mientras le suplicaba que le dejara ir a ver a su padrino en vacaciones de verano.

El ex-Lord Oscuro solo pudo suspirar mientras se acariciaba el puente de la nariz, pidiendo paciencia a Salazar para no empezar a gritarle a su más preciado tesoro.

-Hortensia, amor, ¿te das cuenta de lo que me estás pidiendo?-preguntó el mayor, acariciando los cabellos sueltos de su ángel.

-Sí.-le contestó en seguida Harry, sonando muy seguro.-Sé que puede ser arriesgado y que hay muchas cosas que podrían salir mal. Pero Sirius podría ser nuestro mejor aliado, también.

-¿Qué quieres decir?-Tom dejó de acariciarse el puente de la nariz y miró más atentamente a su pequeña esmeralda, que también se había puesto serio.

-El día de Yule recibí un regalo de los Potter.-la habitación empezó a temblar en cuanto Harry terminó nombrar el apellido.

Tom estaba hecho una furia.

¡¿CÓMO SE ATREVÍAN ESOS DESGRACIADOS A ENVIARLE UN REGALO A SU TESORO, DESPUÉS DE TODO ESE TIEMPO Y DE LO QUE LE HABÍAN HECHO?!

Tom sintió como alguien acariciaba su mejilla y, al instante siguiente, sintió unos labios suaves y dulces posarse sobre los suyos y quedarse allí. El heredero de Slytherin abrazó la cadera de la pequeña serpiente y lo atrajo hacia sí mismo mientras cerraba los ojos y correspondía al beso de su preciosa hortensia.

Se separaron después de unos segundos, y con un Tom más calmado, Harry continuó hablando:

-La cosa es que mi estúpido hermanito les ha hablado a mis inútiles padres sobre mí y, estarás de acuerdo conmigo, podrían ser capaces de reconocerme si me ven. Y si lo hacen querrán "recuperarme"-Harry hizo el gesto de comillas con los dedos-, por lo que tenemos que estar preparados si eso llegase a ocurrir. Ahí es donde entra Sirius. Si conseguimos ponerlo de nuestro lado, algo no muy difícil ya habiendo convencido a Severus y teniendo en cuenta que Sirius ya está en contra de los Potter, entonces podremos hacer que, como es mi padrino, se quede con mi custodia legal y los Potter no podrán hacer nada ya que Sirius puede ofrecerme un hogar, unos buenos recursos y bla, bla, bla.

Tom se quedó mirando al niño en su regazo pensativo.

Tenía toda la razón, hacer algo así era muy beneficioso, pero también podía ser un problema muy grande si Sirius decidía que Tom no era una buena influencia para Harry y decidía separarlos y llevarse a Harry a vivir con él y Snape.

Harry adivinó lo que su Tommy estaba pensando, decidió intervenir antes de que se fuera por las ramas perdiendo la oportunidad de convencerlo.

-Sirius no nos va a separar.

-¿Cómo estás tan seguro?-preguntó Tom, levantando una ceja.

-Porque tenemos a Cygnus y a Corvus con nosotros.-contestó Harry, muy seguro de sus palabras.

Tom suspiró.

Harry tenía razón.

Con Cygnus y Corvus en su casa lo último que intentaría Sirius sería alejar a Harry de él. Por no mencionar también a los Malfoy, pero algo le decía a Tom que Sirius no se fiaba mucho de ellos.

Cygnus Travers y Corvus Rowle eran los profesores particulares de Harry.

Tom los había contratado cuando Harry dijo que quería estudiar todo lo que pudiese y que no quería robarle tanto tiempo a Tom con eso. Al principio no le gustó nada la idea pero al final los acabó contratando cuando Harry cumplió 6 años.

Al mayor no le gustaron ninguno de los durante los primeros meses, pero después se acostumbró a ellos y ahora ya no podía imaginar su hogar sin esos dos rondando por ahí.

Corvus con una pila enorme de libros entre las manos que parece que se le caerá en cualquier momento y Cygnus comiendo cualquier dulce que haya encontrado en la Mansión.

Nada más contratar a Cygnus y a Corvus los cuatro magos más la elfina doméstica, Twinky, y las dos serpientes, Nagini y Athan, se habían mudado a la Mansión Slytherin de Inglaterra, la cual estaba construida en un pequeño pueblo llamado Port Isaac, situado en North Cornwall.

La Mansión era realmente enorme y tenía casi tantas habitaciones y pasadizos secretos o paredes que se movían a voluntad como Hogwarts, aunque no era tan enorme como la escuela. Tenía una biblioteca tan grande que parecía un laberinto y podías perderte en ella y no llegar a salir por días o incluso semanas. Aquello lo habían averiguado gracias a que Corvus se perdió una vez y tardaron tres semanas en volver a encontrarlo.

Desde entonces no habían vuelto a dejar que Corvus entrase solo a la biblioteca, a pesar de que él decía que no había sido la gran cosa, pues podía llamar a Twinky, la cual le traía comida, mientras él se la pasaba leyendo, además. los sofás que se encontraban en muchos rincones de la enorme biblioteca eran muy cómodos para dormir.

Harry quería mucho a esos dos, eran lo más parecido a figuras paternas que tenía, aunque no fueran unas figuras paternas del todo. Muy a pesar de Narcissa y Bellatrix Balck, quienes habían querido adoptar a Harry oficialmente, pero él se había negado, pues no se sentía del todo cómodo con esas dos chifladas, como el ojiesmeralda las llamaba a sus espaldas. Incomodidad provocada, muy probablemente, por lo mucho que a las dos mujeres les gustaba travestir al pequeño Harrison con pomposos vestidos rosas y zapatitos de tacón bajo que le dejaban los pies adoloridos durante días.

Cygnus y Harry solían pasar el tiempo haciéndose bromas el uno al otro todo el día, cada broma más pesada que la anterior. Y Cygnus no tenía paciencia así que si Harry lo cabreaba mucho solo la intervención de Corvus salvaba al niño.

Corvus era la contraparte de Cygnus, era tranquilo y tenía una paciencia infinita. Adoraba a Harry y le gustaba mucho enseñarle cosas y contarle cualquier tipo de historias.

Cygnus y Corvus eran pareja, y Harry amaba dormir entre ellos durante las noches que Tom estaba de viaje. Porque Corvus lo abrazaba y acunaba en su pecho mientras Cygnus le acariciaba el pelo y le contaba un cuento, el cual solía ser La Fuente de la Buena Fortuna (de Beddle el Bardo), esa historia era la que a Harry más le gustaba que Cygnus le contase, aunque no era su cuento favorito. Pues su cuento favorito era La Fábula de los Tres Hermanos, pero ese era un cuento que solo Tom podía contarle, era algo exclusivo de ellos dos y tanto Cygnus como Corvus lo sabían y lo respetaban.

Tom podía asegurar que tanto Cygnus como Corvus amaban a Harry casi tanto como él mismo. Aunque Cygnus tuviera su extraña forma de expresarlo, pero él no era quién para hablar de rarezas, sinceramente. Además, Harry y Cygnus se entendían a la perfección, Tom y Corvus sospechaban que esos dos diablos de las bromas tenían su propio idioma secreto que solo ellos conocían, pero nunca pudieron probar nada, por lo que eso solo eran teorías, de momento.

Por otra parte, Cygnus y Corvus habían sido la voz de la razón cuando a Harry le llegó la carta de Hogwarts y Tom se negó en rotundo a dejarlo ir y Harry, en vez de llevarle la contraria y montar un berrinche diciendo que quería ir, simplemente asentía de acuerdo con él diciendo que no quería separarse de ninguno de los tres.

Ante aquello Cygnus empezó a gritarles y Corvus tuvo que llevárselo a la habitación que compartían, volvieron una hora más tarde con el pelo y la ropa visiblemente desordenados y un Cygnus demasiado calmado.

Tom lo comprendió en seguida, pero su inocente niño no, y era mejor así, aún era muy joven para empezar a pervertirlo, además que supondría darle la razón a Cygnus cuando lo llamaba viejo verde o pedófilo empedernido.

Cygnus quiso llamar a los Malfoy para ponerlos de su lado en cuanto la carta llegó, pero Corvus le dijo que no lo hiciese, pues podía imaginarse que algo similar les estaba pasando a ellos. Y lo último que necesitaban era que Lucius Malfoy se pusiese del lado de Tom y Harry, porque entonces eso sería un descontrol total y el marido de Lucius los culparía a ellos de todo.

Y el marido de Lucius daba miedo de verdad cuando se enfadaba.

Así que a Cygnus le costó una semana y un montón de frases del estilo:

"Lo tienes demasiado consentido, así no podrá hacer nada por si solo nunca."

A las cuales Tom siempre contestaba algo así:

"Cómo si fuera a necesitar estar lejos de mí en algún momento de su vida."

Pero al final consiguieron convencerlo de que Harry fuese a Hogwarts, pero solo porque Tom dijo que iría con él, y porque Lucius, quien también había acabado siendo convencido por su marido y su mejor amiga para dejar que Draco fuese a Hogwarts, le aseguró que como miembro del consejo de padres se aseguraría de aprovechar cualquier oportunidad que tuviese para echar a la vieja cabra loca del colegio.

Tom no iba a dejar a su precioso ángel en las garras de la vieja cabra de Dumbledore, de ninguna manera. Y Lucius tampoco lo haría.

No, señor.

No sabía en qué se había convertido ese viejo ahora, pero siempre habían sido enemigos y no sabía qué sería capaz de hacerle a Harry si se enterase de que era sumamente importante y especial para Tom.

Tom se había ido por las ramas.

Volviendo al tema principal.

Sirius Black y su posible reencuentro con su tan buscado ahijado.

-Bien, pero solo se lo diremos a Cygnus y Corvus después de haberle visitado.-contestó Tom, nunca había sabido negarle nada a su esmeralda.-Ya sabes que el medimago dijo que Corvus necesita máximo reposo durante su embarazo, y Cygnus se lo diría enseguida si se lo contásemos.

Harry asintió, satisfecho con la respuesta.

-Entonces, supongo que no tengo que contarle lo de los Potter.-Tom negó, tragándose la rabia que volvió a sentir por la mención de esa familia.

Harry solo le dio un beso de esquimal antes de bajar de su regazo y dirigirse a la puerta del despacho del más grande.

-Ahora tengo que irme, aún me queda un regalo por desenvolver y el toque de queda está cerca. No queremos que Snape se enfade conmigo justo ahora.

-No, no queremos eso.-contestó Tom con una suave sonrisa en los labios al ver a su ángel salir mientras se despedía con la mano.

De camino a la Sala Común de Slytherin oyó los murmullos de los cuadros preguntándose porque había ido al despacho del profesor Novikov el día de Navidad y qué había estado haciendo casi todo el día ahí encerrado con él.

Harry solo pudo sonreír. Si esos estúpidos cuadros supieran...

Por suerte, cuando la mente de Harry estaba nublada, sobre todo al enfadarse, él siempre olvidaba cosas importantes. Era un niño, aunque a veces no lo pareciera. Sus lapsus hacían más creíbles sus engaños, y las probabilidades de irse de la lengua en un momento de enfado disminuían enormemente.

Además, si algún día estuviese a punto de irse de la lengua en clase, Draco siempre estaría ahí para darle una colleja y callarle la boca.

Y así, con una sonrisa orgullosa y petulante en la cara, llegó a su Sala Común para ver que había en su último regalo.

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