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  • Foto del escritorbabochki_lyubov

Gemelos

Capítulo 22


Harry quería gritar de frustración. No era capaz de comprender qué es lo que pasaba por la mente de McGonagall.

¿Qué narices creía que hacía emparejándolo con Abraham para hacer un trabajo que debía durar todo un trimestre?

La joven serpiente se encontraba realmente indignada. Se había quejado cuando McGonagall anunció las parejas, no entendía porque era el único de su casa que tenía por pareja a un león. Era en momentos como esos en los que odiaba su suerte. Así que ahora estaba allí, en el despacho de Tom, despotricando contra McGonagall mientras que el mayor solo lo observaba y reía, disimuladamente, claro. A fin de cuentas, no quería que su pequeña esmeralda lo matara, aún tenía muchas cosas por hacer, como, por ejemplo, casarse con ese precioso niño que se paseaba de un lado al otro de su despacho, casi como si quisiera hacer un hoyo en él.

Después de una media hora, Harry suspiró y se giró hacia Tom, que estaba sentado en un sillón verde en frente de su chimenea, parecida a la que había en la sala común de Slytherin, de hecho, el despacho de Tom era como una réplica en pequeño de la sala común de la que fue su casa en Hogwarts.

Harry sabía que la razón era porque, durante sus años de estudiante, ese fue su único hogar, el único hogar que tuvo en toda su vida, hasta que encontró a Harry y, posteriormente, a Cygnus y Corvus, además ahora tenían también a Octans, Sirius, Regulus y Severus, por no hablar de los Malfoy y las hermanas Black. Ellos eran su familia, su hogar. Los dos, tanto Harry como Tom, se sentían a salvo con su familia, podían ser ellos mismos sin miedo a nada, porque nadie los juzgaría ni los tacharía de magos oscuros, de monstruos, estaban a salvo y tenían un hogar, eso era lo que importaba.

Pero tenían que deshacerse de Dumbledore para poder traer una paz duradera y cambiar para mejor la vida de todos los magos y brujas que vivían engañados, para poder volver a ser lo que una vez se fue.

Harry se sentó en el regazo de Tom, que lo recibió con los brazos abiertos y se aferró a la cintura del niño cuando estuvo acomodado en su regazo. Ambos miraban el fuego con atención, observaban cautivados como las llamas se movían, subiendo y bajando, fusionándose unas con otras, era un espectáculo digno de admiración.

-¿No puedes hacer nada para cambiar mi pareja en el trabajo de Transformaciones?-preguntó Harry, todavía con una mínima esperanza de que su pareja pudiera hacer algo.-Me conformo con cualquier otra persona, aún si es otro gryffindor, pero que no sea mi hermano.

-Yo no puedo hacer nada, pero quizás Severus sí que pueda.-sugirió Tom, pero Harry negó en seguida.

-Los otros padres podrían ofenderse si mamá muestra favoritismo hacia mí, y podrían hacer que lo echaran.-lo último que Harry quería era que despidieran a Severus por su culpa, sabía que, a pesar de todo, el pocionista amaba su trabajo, y que lo despidieran sería un duro golpe para él. Por eso el pequeño había decidido que no metería a su madre en los problemas que fueran de carácter académico. Harry suspiró con frustración, suponía que tendría que aguantar a su hermano por todo un trimestre. Y solo había pasado una semana desde que habían empezado las clases, este curso no parecía ser uno bueno.-Ya veré que hacer con el estúpido de mi hermano. Por lo menos ya no quiere intentar conquistarme, eso es algo bueno.

-¿No creerás de verdad que ya se ha rendido con lo de hacerte su novio, verdad?-preguntó Tom, mirando algo sorprendido a su esmeralda, hasta él veía las segundas intenciones de ese enano pelirrojo. Vio como el niño en su regazo rodaba los ojos con exasperación.

-Por supuesto que veo a través de sus nefastas mentiras.-contestó, girándose para mirar a su pareja totalmente indignado. Al mayor le pareció completamente adorable la manera en la que su ceño se fruncía y sus labios estaban a medio camino de formar un puchero, pero decidió no decir nada. Al ex-Lord Oscuro le gustaba estar vivo, gracias.-No soy un idiota. Y, en caso de que lo fuera, sería culpa tuya porque la gran mayoría de lo que sé lo aprendí de ti.

Acto seguido el pequeño pelinegro besó la mejilla del mayor, se bajó de su regazo y salió del despacho para ir a la sala común, tan tranquilo, dejando a un más que indignado maestro de DCAO.

Para cuando por fin pudo recuperarse del shock que su pequeña pareja le había provocado solo pudo atinar a carcajearse, su hermosa esmeralda sabía dónde darlas, ese comentario había ido directo a su orgullo. Y, como buen slytherin que era, no iba a quedarse de brazos cruzados después de ese ataque tan directo.

Tom iba a devolvérsela a su pequeña hada, y este no iba a verlo venir. Con eso en mente, el mago se fue a dormir, planeando su venganza.

Al día siguiente...

Harry y sus amigos se encontraban de camino al Gran Comedor. Los otros niños no paraban de decirle a Harry lo injusto que era lo que McGonagall había hecho y que ellos estaban dispuestos a enviarles lechuzas a sus padres para que hicieran algo en contra de esa mujer, mientras que Harry solo sonreía con falsa simpatía y les decía que no hacía falta que molestaran a gente tan importante como sus padres por algo tan trivial como eso.

Estaba en medio de su discurso cuando, al traspasar las puertas del Gran Comedor, sintió como alguna clase de líquido frío y viscoso le caía encima. Al principio estaba en shock, no entendía que había pasado, luego escuchó las risas de todo el Gran Comedor y reaccionó, miró hacia abajo y vio que estaba lleno de pintura rosa chillón, mezclada con mocos de Troll, sabía que ese color tardaría, como mínimo, unas dos semanas en irse de su piel, cabello y ropa.

Y, también sabía quién había sido el autor de esa broma.

No dio tiempo a los profesores de llegar hasta él a ver qué había pasado, corrió hacia la mesa de los profesores y, sin previo aviso, se tiró encima de Chavda, abrazándolo con fuerza y estampado sus labios en su mejilla mientras agarraba, con sus manos llenas de aquel asqueroso mejunje, el cabello de su amado y lo manchaba todo lo que era capaz de lo que fuera que le había tirado encima. Después de unos segundos de sorpresa inicial, el profesor fue capaz de separar a su alumno de él, aunque ya era muy tarde, lo había manchado también de ese rosa chillón, el chico solo le sonrió con picardía y pronunció sin hacer ningún sonido:

"La próxima vez escoge un color que pegue mejor con tus ojos, Tommy."

Y, a continuación, le guiñó un ojo, para después girarse e irse del Gran Comedor, seguramente a bañarse y cambiarse, aunque los dos sabían que no podría hacer mucho por quitarse ese color, al igual que Chavda, quién solo atinó a reír antes de tomar el mismo camino que su ángel.

Al final su broma se había vuelto, en parte, contra él, pero no importaba. Su pequeño ya estaba de buen humor y eso era lo único importante ahora.

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