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Gemelos

Capítulo 23


¡Advertencia! ¡Este capítulo contiene smut! Si no te gusta, no lo leas, yo avisaré cuando empieza y cuando acaba.


Abraham estaba feliz, muy feliz. Estaba tan feliz que no podía parar de saltar sobre su cama mientras deba gritos de felicidad. Ron y Hermione estaban allí, observándolo con hastío, aunque Abraham no podía verlos, pues en lo único en lo que pensaba mientras saltaba y gritaba encima de su cama era en que ahora tenía una excusa para acercarse a su Harry por un trimestre entero. ¡Y un trimestre era sinónimo de tres meses! ¡Tres meses para estar con su Harry!

¡Amaba a su jefa de casa!

Después de lo que parecieron horas, que en realidad solo fue una hora, el pelirrojo cayó rendido en su cama, tumbado boca arriba con una sonrisa enorme plasmada en su rostro que sería muy difícil de quitar por el resto del día, o del trimestre. Realmente amaba su vida ahora mismo, nada podía fastidiarle el día, ni el perfecto profesor Novikov, ni si sus padres le enviaban un vociferador, ni siquiera si le decían que iba suspender todas las asignaturas. Tenía la absoluta certeza de que nada ni nadie podría estropear su felicidad. Pero, como siempre pasa en todas las historias, pensó eso demasiado pronto. Su supuesto mejor amigo, Ron, tuvo que abrir la boca para volver a arruinarle la existencia.

-Sabes que él hará cualquier cosa que esté en su mano para cambiar de pareja ¿verdad?-que se murieran Ron y su afán por recordarle su horrible realidad.

-Pero puede no lograrlo.-¿Abraham había dicho ya cuánto amaba a Herimione? ¿No? Pues lo decía ahora, amaba a su mejor amiga.

-Snape no puede darle favoritismo solo porque ahora Ridd, perdón, Black es su hijo. Así que lo más probable es que no pueda hacer nada para cambiar de pareja.

Abraham se levantó de la cama y, sin previo aviso, besó la mejilla de Hermione con entusiasmo, dejando a sus dos mejores amigos anonadados.

-Y es por eso que te amo, Hermione Granger.-la abrazó un momento antes de soltarla y volver a subirse a su cama para empezar a saltar y gritar de nuevo.

Cuando la chica se recuperó de la sorpresa, y se aseguró de Abraham no pudiera verla, se limpió la mejilla con asco. No sabía cuánto tiempo podría seguir soportando ser amiga de ese niño. Suspiró, tenía que aguantarlo si quería que Dumbledore le diera todos los libros de los Potter, libros exclusivos que contenían conocimientos que solo esa familia había tenido por generaciones y que ella quería conocer. No era justo que las familias sangre pura poseyeran bibliotecas con libros que únicamente esas familias tenían y que se pasaban de generación en generación solo dentro de esas familias.

Por otra parte, a Ron y a su familia se les había prometido una fortuna si conseguían mantener al Niño-que-vivió en el camino que Dumbledore había ideado para él.

Al principio pareció una terea muy fácil, pero después de un año fingiendo ser amigos de ese niño ya estaban hartos. No soportaban ver como tenía todo lo que ellos querían, los conocimientos de su familia y el dinero, y no lo aprovechaba. Abraham no había puesto un pie en la biblioteca de su casa en toda su vida, Hermione dudaba que si quiera supiera de la existencia de ésta. Y, tanto sus padres como él, no compraban muchas cosas y las que compraban no eran muy lujosas porque, a pesar tener dinero y las propiedades suficientes para tener una vida igual de lujosa que los Malfoy, sino más, se empeñaban en vivir una vida "humilde".

No lo soportaban, ni a él ni a sus padres.

Mirándolo ahora, saltando sobre su cama, tan contento por una nimiedad como es ser pareja en un trabajo de Transformaciones con una serpiente, les daba mucha rabia. No entendían como alguien podía ser feliz por algo como eso, los dos sabían que la única felicidad la daban el conocimiento y el dinero. Esos eran los ingenuos y materialistas pensamientos de unos niños de 12 años que no conocían nada sobre la vida y la verdadera felicidad.



Severus miraba a su marido con irritación. No podía creer que había fingido una emergencia solo para llevarlo a casa, porque lo echaba de menos. Aunque, sinceramente, estamos hablando de Sirius Black, eso no era lo peor que había hecho, y el profesor de pociones lo sabía muy bien.

Hacia una hora, la cabeza de Sirius había aparecido en la chimenea del despacho de Severus, había dicho que Regulus había tenido un accidente muy grave y que no sabía qué hacer, que Corvus se había encargado de él y pero que necesitaban algunas pociones que Snape tenía en su despacho en Hogwarts. Severus se había preocupado tanto que el color se le había ido de la cara, cogió las pociones y se metió en la chimenea, iba tan acelerado que casi pronuncia mal la dirección, para llegar y enterarse de que Sirius había mentido y que Regulus estaba perfectamente bien, leyendo en la biblioteca de la mansión.

Y eso nos lleva a la situación actual, en la que Sirius está de rodillas en el suelo, en frente de Severus y mirándolo con ojos de cachorro y puchero, y Severus mirándolo con mucha irritación y los brazos en jarras. Mientras tanto, Cygnus, Corvus y Regulus observaban la escena con diversión y comiendo unas palomitas que habían salido de la nada, pero teniendo en cuenta que eran magos, eso era lo menos extraño que habían visto en su vida.

Severus suspiró y bajó los brazos, cansado. Sirius aprovechó aquel gesto para lanzársele encima y empezar a esparcir besos por toda la cara de su amor. El pocionista no se opuso, sabía que una vez su marido había empezado ya era imposible detenerlo.

Regulus, Corvus y Cygnus vieron eso como su señal para irse, lo último que querían era ver como Sirius y Severus lo hacían en el salón.


El smut empieza aquí.


Nada más oír a los otros magos dejar la habitación Sirius empezó a devorar los labios de su marido, realmente lo había echado de menos, llevaba tantos años en un estado vegetativo y ahora que se había recuperado no tenía suficiente de su marido, no podía dejar de tocarlo y sentirlo, quería recuperar todo el tiempo perdido, quería compensar a Severus por todo lo que lo había hecho pasar.

Sirius empezó a retirar la túnica negra tan característica de su Severus, mientras el pocionista se dejaba hacer, mientras que inclinaba su cuello para darle más espacio a su amor.

Lo siguiente en desaparecer fue su camisa y después sus pantalones, en ese momento Severus los hizo girar y caer al suelo, acabando sentado encima de la cadera de Sirius, con solo la fina tela de su ropa interior y mirando al Black con una sonrisa seductora.

-Es mi turno.-Sirius también sonrió, le encantaba cuando su Sev tomaba el control.

Severus empezó besando, chupando y lamiendo el cuello de su marido, dejó alguno que otro chupetón, tenía que marcar lo que era suyo, aunque no tuviera ninguna competencia. Poco a poco, el pocionista fue desvistiendo al animago y dejándole innumerables chupetones, primero fue su camisa y pecho, donde se entretuvo con sus pezones, chupándolos y mordiéndolos, después fueron sus pantalones, a medida que iba bajando por el pecho de Sirius, Severus fue dejando marcas, tanto de chupetones como de mordidas. Al llegar a la cadera le mordió los costados con fuerza, hasta casi hacerle sangrar, siempre le había gustado marcar esa zona más que cualquier otra parte del cuerpo de Sirius. Al tener suficiente de su cadera, cogió el elástico de los calzoncillos del ex-gryffindor con los dientes y lo fue bajando lenta y sensualmente, provocando a su marido, hasta dejar al descubierto su creciente erección. Sirius gimió con fuerza cuando Severus introdujo el glande en su boca y empezó a succionar, despacio, para después empezar a bajar su boca, metiendo en su boca más de la erección del animago, de manera lenta y pausada, provocando la impaciencia de su marido. Al llegar a la base del miembro se quedó quieto, succionando levemente, pero sin hacer ningún otro movimiento, esperando a que Sirius se desesperará y lo dominara, porque así funcionaban, era un juego en el que se iban rotando el rol dominante, pero nunca cambiaban las posiciones, Severus siempre iba abajo y Sirius siempre iba arriba.

Como Severus esperaba, Sirius no tardó mucho en agarrar sus cabellos y obligarlo a levantar la cabeza para, acto seguido, empezar a penetrar su boca, una y otra vez, simulando lo que más tarde haría con su trasero. Los gemidos de Sirius se hacían cada vez más intensos, más fuertes, estaba cerca de correrse, así que se detuvo. Sacó su pene de la boca de Severus y lo besó, metiendo su lengua en la boca del pocionista y jugando con la lengua contraria, mientras tumbaba a Severus de espaldas al suelo y los acaba de desvestir a ambos.

Después separó las piernas de Severus y se posicionó entre ellas, le mostró tres dedos a su serpiente favorita, no hizo falta decir nada para que Snape empezara a lamerlos como si se trataran de su miembro, haciendo que la erección del Black se endureciera aún más. Ambos sabían que sería mucho más fácil usar un hechizo lubricante, pero a los dos les gustaba más hacerlo de esa manera, se sentía mucho más íntimo. Black sacó los dedos de la boca de su marido cuando consideró que ya estaban lo suficientemente mojados, los llevó entre las nalgas del ex-slytherin y comenzó a introducir el primer dedo, mientras tanto, con su otra mano acariciaba de manera lenta pero constante la erección de su pareja y con su boca chupaba y mordía con mucho ahínco el pezón izquierdo de Severus, sacándole bastantes gemidos de placer y consiguiendo, de manera más que exitosa, distraer a Severus de las intromisiones en su parte trasera, que para ese momento ya eran dos dedos, que se movían como unas tijeras para expandir y prepara mejor el ano de su hombre para la futura intromisión. Sirius cambió de pezón en cuanto consideró que el izquierdo estaba los suficientemente rojo e hinchado, y pasó al pezón derecho, al mismo tiempo en que introducía el tercer y último dedo en el interior de Severus, lo preparó durante unos cuántos minutos, los suficientes como para no hacerle daño, pero tampoco mucho, pues a los dos les gustaba el sexo duro, sin embargo, Severus tenía clases al día siguiente y necesitaba poder sentarse con normalidad.

En ese instante, de manera lenta y pausada, Sirius fue introduciéndose en el interior de su marido, procurando hacerlo despacio para que a Severus le diera tiempo de acostumbrarse a su intromisión. Una vez estuvo completamente dentro de él, el animago dejó besos por toda la cara del pocionista, reservando para lo último sus labios, en los que se entretuvo bastante más, y de los cuales apenas se separó para decir:

-Avísame cuando pueda moverme.

A lo que Snape solo asintió y volvió a devorar los labios de su marido con impaciencia, lo necesitaba, lo necesitaba completamente a su merced en ese momento. Algo en su interior le decía que ese día era especial, que algo iba a cambiar después de ese momento, no sabía si para bien o para mal, y por eso sentía la necesidad de aprovechar al máximo ese momento junto al amor de su vida.

Al poco tiempo Severus movió sus caderas, y esa fue la única indicación que Black necesitó para empezar a moverse, saliendo despacio del interior de su marido, hasta la punta, para luego volver a penetrarlo de manera rápida y certera, dando en el punto exacto que hacía delirar a Severus con esa primera estocada. Y así siguieron muchas más, hasta llegar juntos al clímax, ambos gritando el nombre del contrario, uno corriéndose en sus vientres y el otro en el interior del pocionista.

Al acabar Sirius se dejó caer encima de Severus, pero procurando no aplastarlo con su peso, los dos respiraban de manera muy agitada y con sudor corriendo por todo su cuerpo.


El smut termina aquí.


Sirius besó la frente de Severus con amor y delicadeza, antes de que su amor se acurrucase en su pecho, esperando a que le mimase como un gatito.

Pero como todo lo bueno se acaba, tiempo después, Sirius movió su mano para limpiarlos un poco y vestirlos.

-Es hora de que vuelvas al colegio, amor.-dijo Sirius, mientras ayudaba a Severus a levantarse del suelo y a dirigirse a la chimenea.

Severus tragó saliva, en un intento por hacer desaparecer el nudo que había aparecido en su garganta al llegar frente a la chimenea que lo llevaría de vuelta a Hogwarts, lejos de su marido.

-Sirius, -Snape tomó aire y luego siguió hablando. -tengo un presentimiento.

- ¿Un presentimiento? -El bromista frunció el ceño, normalmente su marido solo tenía malos presentimientos. Acababan de recuperarse de una mala situación, ¿y ahora iba a pasar algo malo otra vez?

-No sé si algo bueno o algo malo, -empezó Severus, al ver el ceño fruncido de su marido. -solo sé que algo va a pasar, algo importante.

-Esperemos que sea algo bueno. -susurró Sirius, lo último que necesitaban era que algo malo les ocurriera ahora.

-Esperemos que sí.

Severus cogió un puñado de polvos flu y se metió en la chimenea, le dio una última sonrisa al mayor de los Black, por último, pronunció su destino al mismo tiempo en que tiraba los polvos flu. Acto seguido Sirius vio como las tan acostumbradas llamaradas verdes hacían desaparecer a su marido para llevarlo de vuelta Hogwarts.

Sirius también sentía que algo iba a cambiar, solo esperaba que, como le había dicho a Severus momentos antes, fuera algo positivo. Pues ya habían pasado por suficientes desgracias. 

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