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Gemelos

Capítulo 41


El pánico reinaba por cada esquina del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería desde hacía ya dos semanas, cuando la primera víctima fue encontrada. Ahora ya había tres víctimas, y no parecía que fuera a parar pronto.

En ese mismo instante el director de la escuela, Albus Dumbledore, se encontraba en su despacho preguntándose cómo había llegado a aquella situación. Suspiró, bueno, eso lo sabía muy bien, había sido culpa del chico Weasley que, como siempre, no sabía hacer nada bien.



Hace 3 semanas, baño de chicas del 3er piso, Hogwarts, en algún lugar de Escocia...

Dumbledore tenía el cuadro del fundador de Slytherin en la mano, aunque en un tamaño reducido.

-Bien, ¿qué hacemos en un baño de chicas?-preguntó el director al cuadro.-Se suponía que iba a llevarme a la Cámara de los Secretos.

-Y eso es lo que estoy haciendo, paciencia.-contestó Salazar, mirando fijamente las tuberías hasta reconocer la indicada.-Ahí, la tercera a la derecha. -Dumbledore se acercó al lugar al que dijo el cuadro.-Eso es.-Acto seguido, Salazar habló en parsel y todos los lavamanos se separaron dejando ver un gran agujero en el suelo. Salazar volvió a decir algo en parsel y unas escaleras aparecieron.-Ahí la tiene.

El director se encontraba impresionado, jamás se habría esperado que la legendaria Cámara de los Secretos se encontrara en un lugar como ese.

-Realmente hizo un gran trabajo escondiendo la Cámara, señor.-Salazar solo sonrió con altanería.

Al llegar abajo del todo, Salazar lo guio por las diferentes tuberías hasta llegar a una puerta que estaba adornada por la cara de Slytherin y varias serpientes al rededor, el hombre del cuadro volvió a hablar en parsel abriendo la puerta. En pocos segundos se reveló una cámara llena de esculturas de Serpientes, con un gran Salazar Slyhterin hecho de piedra al final de la sala.

-Le recomiendo cerrar los ojos.-ante las palabras del cuadro Dumbledore dudó, pero luego vio salir a una impresionante y enorme serpiente de la boca de la estatua y no dudó en seguir el consejo de Salazar.

-Es un basilisco.-murmuró, sorprendido.-El monstruo de la Cámara es un basilisco.

-Así es, señor Dumbledore.-contestó Salazar, quien luego tuvo una larga conversación con el basilisco que Dumbledore, como es de suponer, no entendió. Hasta que un largo rato después, Slytherin le dijo:-Ya puede abrir los ojos, señor Dumbledore.

Así lo hizo Albus, a tiempo de ver al basilisco volver a entrar en la estatua por la boca de Salazar. El director estaba muy impresionado, y no reaccionó hasta que Salazar le dijo:

-Bueno, sea lo que sea que quiere estoy seguro de que no está en medio de la Cámara. -Dumbledore lo miró, luego volvió a mirar al frente, desconcertado, para después lucir un poco avergonzado.

-Tiene razón. Indíqueme donde está la biblioteca de la Cámara, por favor.-le dijo al cuadro una vez se le pasó la vergüenza.

-Así que lo que buscaba era mi biblioteca privada...-murmuró Slytherin, con una sonrisa, casi se podría decir orgullosa, en su rostro.-Está bien, la puerta se encuentra justo al lado de mi estatua, camine hacia allí. Yo la abriré para usted.

Dumbledore hizo lo dicho, al llegar a la pared y después de que, una vez más, Salazar dijese algo en parsel, una gran puerta se abrió, revelando una enorme escalera de roble blanco y marfil que se perdía de su vista. Al principio Dumbledore se quedó sin aliento, luego empezó a subir. Llegó a la biblioteca más grande que hubiera visto nunca, dejó el cuadro en una pared y luego se puso a buscar. Sin embargo, no consiguió encontrar lo que buscaba y acabó quedándose sin tiempo, por lo que tuvo que irse.

Pero volvió, estuvo volviendo a esa biblioteca junto al cuadro durante una semana entera, hasta que al fin encontró el libro que buscaba.

Una vez se aseguró que el libro era el correcto, llamó a Ronald Weasley para pedirle que siguiera las indicaciones del cuadro de Salazar y llevara un libro a una biblioteca secreta y especial en el castillo. Pero el niño, en vez de eso, logró soltar al basilisco por el colegio. Aunque no antes de que el basilisco lo petrificara, convirtiéndolo en la primera víctima, y, por supuesto, antes también de poner el libro falso que Dumbledore le había dado en la biblioteca.



Actualmente, despacho del director, Hogwarts, en algún lugar de Escocia...

Dumbledore no hacía más que reprocharse por haber dejado que un crío ambicioso y egoísta se hiciera cargo de una tarea tan importante, no sabía qué había estado pasando por su mente.

Ahora el basilisco andaba suelto por la escuela, y dos alumnos más habían sido petrificados, por suerte no había ningún muerto, pero los padres se estaban poniendo histéricos y los alumnos petrificados habían sido llevados a San Mungo ya.

Le había encargado a Chavda el encontrar y matar al basilisco, cosa que el profesor de DCAO había aceptado de buena gana, aunque parecía estarse tardando lo suyo en lograrlo. También había que decir que el cuadro de Salazar Slytherin había desaparecido, lo cual fue una decepción para Dumbledore por todos los conocimientos del hombre, pero tampoco le supuso un gran problema porque lo único que el cuadro podía revelar era que había cogido un libro de la Cámara de los Secretos, pero el viejo director se había asegurado de que el cuadro no viese qué libro era y, para cuando descubriesen qué libro se había llevado, ya habría puesto en marcha su plan y sería demasiado tarde. Por lo que la pérdida del cuadro no le preocupaba en absoluto, y menos ahora que tenía la presión de los padres y del Ministerio sobre él con las víctimas del basilisco.

El ministro Fudge le había dicho que si no hacía algo pronto le cerraría el colegio, y Dumbledore no podía permitirlo porque en ese lugar era donde tenía más libertad y facilidad para llevar a cabo sus planes. Además de que tenía acceso a niños que venían deseando encontrar una figura de poder que los guiase, un líder cuyas ideas repetir sin considerar si eran ciertas o falsas, simplemente alguien que los gobernara, y eso era lo que Dumbledore hacía con mucho gusto. De esa forma nadie nunca sería capaz de imaginarse lo que realmente se llevaba a cabo detrás de la superficie que les dejaba ver a ellos.

Ahora solo faltaba solucionar el problema del basilisco para que eldirector pudiese empezar a estudiar el libro con calma y detenimiento. Por loque más le valía a Chavda Novikov darse prisa.


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