Prólogo
Una vez más, Harry se encontraba en el patio delantero de la casa de sus parientes (porque se negaba rotundamente a llamarlos tíos en su mente), una vez más, se encontraba trabajando en el precioso jardín del cual su pariente, Petunia, se enorgullecía tanto. Y una vez más, Harry deseaba con todas sus fuerzas que sus asquerosos y abusivos parientes muriesen.
Harry Potter estaba absolutamente seguro de que no había nadie en el mundo a quien odiase más que a los Dursley, y también de que nunca podría conocer a nadie a quien pudiese odiar más que a los Dursley (claro que, a la tierna edad de 8 años, todavía no sabía de la existencia de Dumbledore ni quien era el hombre, pues si lo hubiese sabido no habría hecho esas afirmaciones).
Harry parecía encantador y adorable, o al menos Harry hacia todo lo posible por parecerlo con esos harapos andrajosos que sus "queridos" parientes le obligaban a utilizar. Si era lo suficientemente encantador podía conseguir cosas de los adultos. Cosas que escondía de sus parientes, claro está, pues si las encontraran no le dejarían quedárselas. La gran mayoría de cosas que el pequeño Harry pedía eran libros, cualquier clase de libro que un adulto le trajese él se lo devoraba en cuestión de horas. Harry siempre se preguntaba cómo es que podía estar emparentado por sangre con gente tan sumamente idiota e inepta como lo eran sus queridos parientes. Hubo un tiempo en el que le preocupó que su estupidez fuese contagiosa, pero afortunadamente para Harry su inteligencia no se vio afectada por la convivencia con esas personas.
Esos parientes suyos lo llamaban monstruo y fenómeno, pero Harry sabía que no había forma de que esas cosas que hacía fuesen algo monstruoso. No, Harry podía hacer cosas que los demás no podían porque él era mejor, era superior, el chico estaba seguro de eso. Y cuando, en una excursión con la escuela, descubrió que podía hablar con serpientes sus sospechas se acabaron de confirmar.
Era mejor que todos ellos, tenía poderes que nadie más poseía, y eso le hacía superior. Y Harry definitivamente iba a aprovechar su superioridad al máximo.
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