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La escuela de hombres lobo

PRÓLOGO


Un joven mago de larga cabellera negra como el carbón, de ojos verdes como la más letal maldición asesina y  vestido con una túnica, también negra, se encontraba caminando por las abarrotadas calles de un callejón lleno de tiendas mágicas en el centro de Bulgaria. Estaba haciendo la compra para los niños del orfanato, se acercaba Yule y él siempre se encargaba de comprar regalos para todos, desde los más pequeños hasta los más grandes. Estaba tarareando una dulce melodía que le parecía haber escuchado en algún lado, hace muchos años, pero que no recordaba dónde ni quién la cantaba.

Ya tenía tres bolsas llenas dentro de su bolsillo cuando pasó por al lado de otro mago, un cazador de dragones, llamando su atención sin darse cuenta.

Los ojos del hombre brillaron como los de una bestia que estaba a punto de cazar a su presa. Se puso a seguir al mago más joven por todo el callejón, acechándolo durante horas sin que nadie se diera cuenta, no por nada era uno de los mejores cazadores de dragones del mundo, sabía muy bien como esconderse para que no lo detectasen. Esperó hasta el anochecer, y cuando vio que el mago salía del callejón y empezaba a caminar de vuelta a su hogar, lo aturdió con un hechizo y lo llevó a un rincón oscuro, donde nadie los molestaría. Desnudó al mago más joven, que no pudo resistirse debido al hechizo aturdidor que habían usado anteriormente con él, y lo violó. Una y otra vez, durante tanto tiempo que ambos perdieron la cuenta de cuantas veces se había corrido ya el mago rubio dentro del moreno. 

Cuando finalmente el cazador de dragones se cansó, soltó al joven, que se desplomó en el suelo por el dolor que sentía por todo su cuerpo, y lo dejó ahí tirado, llorando y temblando, sintiéndose sucio y profanado. Y, cuando pensaba que nadie vendría en su ayuda y que podría morir ahí mismo de una hipotermia, en las peores condiciones de su vida, sintió algo cálido sobre su cuerpo.

Era una capa. Miró hacia arriba y vio unos ojos rojos como la sangre que conocía muy bien. No hicieron falta las palabras, sus miradas lo decían todo. El más joven asintió y se aferró a la capa del mayor, que sonrió de forma espeluznante y fue detrás del cazador de dragones, llevándolo con el chico al que acababa de violar y dándole una muerte horrible frente a sus ojos, siendo el verde de estos lo último que el violador viera antes de abandonar este mundo. 

Una vez muerto el rubio mago, el de ojos de sangre se acercó al de los de la maldición asesina, cargándolo en sus brazos y permitiéndole guiarlo hacia su destino.

-Gracias, Tom.-el mago de ojos rojos miró con nostalgia al joven en sus brazos.

-Han pasado muchos años desde la última vez que alguien me llamó así.-el joven le devolvió la mirada y le sonrió con agradecimiento.-Pero supongo que puedo acostumbrarme de nuevo.

-Seguro que puedes.-el joven apoyó la cabeza en el hombro de Tom.

-Y no hay nada que debas agradecerme, Harry.

Y así, ambos magos, supuestos enemigos por una profecía, se convirtieron en algo muy diferente.

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