¿Y ahora qué?
- babochki_lyubov
- 17 ene 2022
- 4 Min. de lectura
CAPÍTULO 17
Miré a Stephen dormir. Habían pasado dos días des de que me había revelado lo de las gemas del infinito. Aún no lo podía creer. No había manera de que yo fuese quién Stephen creía que era.
No deberías algo antes de tiempo, Anthony.
Reí con ironía. Contigo es con quien menos quiero hablar ahora, conciencia.
Lo sé. ... Pero no me rechaces, Anthony. Ya has oído a Stephen.
Tragué saliva. Me llevé las manos a la cara con preocupación. ¡Lo sé, joder!
Anthony...
Sentí mis manos mojarse por mis lágrimas.
-Tones...-me sobresalté al sentir la mano de Stephen tocar mi espalda.-Oh, Tony...-murmuró, con la culpa pintada en toda su expresión al ver las lágrimas caer por mis mejillas sin control.
-Stephen...-dije, con mi voz quebrándose por el llanto, antes de lanzarme a sus brazos y hundir mi rostro en su pecho.
Odiaba que me vieran tan vulnerable.
Él lo sabe.
Sonreí. Yo también sé que lo sabe. Escuché una risa.
Sé que lo sabes, Anthony.
Le amo.
Lo sé.
Como nunca amé a Steve.
También lo sé... Aunque puede que ellos dos no estén tan seguros.
Rodé los ojos.
Hombres/Hombres
Sentí la mano de Stephen acariciar mi espalda. Me subí a su regazo y subí mi rostro de su pecho al hueco de su cuello. Gimoteé.
-Tony...-oí la advertencia en el tono de Stephen. Volví a gimotear.
Necesitaba amor.
-Necesito amor.-susurré.
Él gruñó.
Lo siguiente que supe es que estaba tumbado en la cama, con Stephen encima de mi. Sonreí. Aún podía sentir rastros de lágrimas en mis mejillas. Subí mis manos hasta su rostro y lo agarré con suavidad.
-Hazme el amor, Stephen.-él sonrió con amor. No necesitábamos palabras, nunca las necesitamos.
Se inclinó y me besó. Yo rodeé su cuello con mis manos, mientras que las suyas acariciaban mi cintura, despacio, lentamente, con suavidad. Stephen era suave. Suavidad siempre ha sido la primera palabra que aparecía en mi mente cuando se trataba de Stephen. Bajé mis manos por su espalda con calma hasta llegar al borde su camisa de dormir, la levanté, sin prisa, hasta sacársela. Al mismo tiempo, él también me quitó mi camisa.
Acaricié su pecho, su pulso era acelerado, sonreí.
-No importa el tiempo que pase, tu pulso siempre se acelera en este momento.-él también sonrió. Cogió mi mano derecha y la llevó a sus labios.
-Nunca dejaré de ponerme nervioso contigo, cariño.-me sonrojé.-Te amo y eso no cambiará nunca. No importa lo que pase en el futuro.-su tono se tornó serio en la última frase.
-Lo sé.-susurré, después tiré de él para besarle. No quería hablar de eso. No ahora. Él lo entendió.
Sentí mis pantalones desparecer, sonreí en el beso e hice desaparecer los pantalones de Stephen también. Volví a subir mis manos a su espalda, acariciándola. Dejó mis labios y bajó sus besos por mi cuello, despacio.
Suspiré cuando sentí que empezó a hacerme un chupetón. Maldito territorial.
Dejó otros tres o cuatro chupetones más antes de acabar de dejar en paz mi cuello y seguir bajando, hasta mi pecho. Me llevé la mano derecha a la boca, aguantando la respiración con anticipación. Cuando sentí su lengua acariciar de forma casi tímida uno de mis pezones no me tomó por sorpresa, pero aún así me sobresalté, como siempre. Y casi grito cuando sentí que acercaba su boca para empezar a succionar con fuerza ese mismo pezón.
Sabía que venía, pero siempre me sobresaltaba. La sensación siempre era tan placentera, tan única, tan mágica... Como la primera vez. Nunca me cansaba de hacerlo con Stephen.
Muchas veces hacíamos lo mismo. Repetíamos el mismo proceso una y otra vez. Y aún así, el sexo siempre se sentía igual que la primera vez.
Nunca tuve eso con Steve.
Con el Capitán necesitaba innovar, necesita nuevos retos, nuevas maneras de tener sexo. Porque si repetíamos lo mismo durante mucho tiempo me acababa cansando, cayendo en la rutina porque no había nada nuevo. Sin embargo, con Stephen lo habitual se siente nuevo.
Stephen es especial. Lo ha sido des del primer momento. A veces siento que habría muerto sin él. Y tengo la certeza de que si algún le pierdo, bueno, no es que sobreviva mucho, que digamos.
Sé lo dramático que suena, pero me siento así. Siento que si me llega a faltar, no podría ni respirar. Le necesito como necesito el oxigeno o la bebida. Y sé lo mala que es la dependencia y lo tóxica que puede ser, he tenido mis propias experiencias al respecto, pero este no es el tipo de dependencia que nace de la obsesión, sino la que nace del amor. De amar a alguien de verdad. Y este tipo de dependencia no puede ser mala. No puede serlo.
Stephen y yo hicimos el amor. Muchas veces. Toda la noche. Casi sin parar.
Cuando el Sol volvió a salir me sentía yo de nuevo, me sentía Tony Stark otra vez. Un muy embarazado y asustado Tony Stark, pero Tony Stark, al fin y al cabo.
-Tenemos que contarles lo de la profecía a los chicos.-susurré, mirando a Stephen, tumbado de costado, a mi lado, con el rostro apoyado en una mano, mientras que con la otra mano acariciaba de forma lenta mi espalda. Yo estaba tumbado boca abajo, con mi barbilla apoyada en mis dos manos y mirándole.
Él suspiró, pero sin mirarme, aún distraído con mi espalda.
-¿Y qué quieres decirles, Tones?-me dijo, vi venir el sarcasmo que dijo a continuación sin ayuda de mi conciencia.-"Hola, chicos. Solo quería deciros que una vieja profecía anuncia mi muerte, pero no pasa nada. Que tengáis un buen día".
Reí. Stephen era muy malo imitando voces.
Él me miró y sonrió.
-Algo así, sí.-contesté entre risas. Luego extendí una de mis manos y acaricié su mejilla con cariño.-No lo sé, Stephen.-Suspiré yo también, atrayéndolo hacia mí y juntando nuestras frentes.-Pero tengo que decírselo. Son mi familia, nuestra familia.
Él suspiró, de nuevo. Lo sentí asentir. Los dos con los ojos cerrados. No necesitábamos más, con eso ya era más que suficiente.
Siempre lo fue para nosotros.
Comentários